¿Recuerdas la primera vez que usaste Internet? ¿Puedes creer que en ese momento muchos “expertos” subestimaron o rechazaron el uso de esta tecnología.
Desde que el ser humano comenzó a forjar herramientas, la innovación y el cambio tecnológico han despertado tanto asombro como temor.
Con cada avance, surgen defensores y detractores.
En medicina, numerosas innovaciones enfrentaron escepticismo inicial.
La resonancia magnética, por ejemplo, generó dudas sobre su seguridad y eficacia frente a las radiografías tradicionales.
La telemedicina fue vista por algunos como una atención médica inferior, cuestionando la calidad del diagnóstico a distancia.
Y la laparoscopia, que transformó la cirugía con procedimientos menos invasivos, enfrentó resistencia de cirujanos tradicionales.
A pesar de la resistencia, con cada innovación surgen nuevas oportunidades que compensan los efectos negativos del cambio.

Hoy, las Inteligencias Artificiales (IA) marcan ese nuevo horizonte.
Aunque es natural que profesionales y líderes experimentados sientan inquietud, nos enfrentamos a una pregunta crucial:
¿Estamos dispuestos a dejar de lado el potencial de la IA en el campo de la salud por proteger el estatus quo?
Las tecnologías reflejan nuestra humanidad, con sus virtudes y defectos y es cierto que las IA pueden ser herramientas de progreso o de destrucción.
A pesar de sus fallos y riesgos, creo firmemente que su potencial en nuestro trabajo es innegable.
Con mucho pesar, he observado a líderes de opinión organizando eventos para “alertar” sobre los peligros de la IA y aún más preocupante, pidiendo su regulación, muy al estilo de regímenes autoritarios, donde el uso de internet y redes sociales es restringido o prohibido por completo.
No podemos permitir que la IA corra el mismo riesgo en democracias consolidadas.
Así como la educación, estar informado y el acceso a internet son derechos humanos, el uso libre de inteligencias artificiales también deberían serlo.
La IA es una herramienta más y su uso está en nuestras manos.
En lugar de temerle, exploremos su potencial por nuestro bien y el de nuestros pacientes.
La historia nos ha enseñado que la humanidad siempre se adapta y prospera ante el cambio.
Te invito a educarte sobre las inteligencias artificiales, a intercambiar ideas, debatir y ¿por qué no? a liderar su implementación ética.
No temamos al futuro; construyámoslo juntos, adaptándonos y reinventándonos, una y otra vez.